Hay quienes se empeñan en realizar diversos ejercicios para enseñar a girar el volante, en función de la operación que se desee realizar. Por mi parte, he dejado definitivamente de dar lecciones sobre el volante. Esta es la razón.  

Por Sybille Jacob - Formadora de adultos y profesora de conducción en el CER

Enseño en una ciudad especialmente compleja, ya sean curvas difíciles, calles estrechas con pendientes pronunciadas o carreteras fuera de las zonas urbanizadas. Primero pude apreciar lo difícil que era para los alumnos mantener su trayectoria y apreciar su tamaño. Los vi en esta ocasión y en muchas ocasiones enredarse con su volante. Por ello, establecí una serie de ejercicios en los que suelo trabajar fuera de las zonas edificadas, en una carretera con curvas difíciles con una anchura de entre 4,5 y 5,5 metros, a menudo bordeada por estructuras como muros de piedra bajos o puentes estrechos. En esta ocasión, se trabaja en levantar las manos sobre el volante, para moverlas lo menos posible, y proyectar una mirada que transmita información útil a la trayectoria.

Un enfoque insuficiente

La trayectoria de las personas mejoró bastante en cada ocasión. Su mirada cambió, buscando la información necesaria para mantenerse en su carril, y su ubicación en la carretera se hizo más natural, dejando de mirar el borde derecho de la carretera. Sin embargo, esto no mejoró la capacidad de la mayoría de los conductores para gestionar mejor su velocidad. Su volante seguía estorbando.

Para trabajar su desconexión entre la gestión de su ritmo y el uso de la rueda, había puesto en marcha un ejercicio hace tiempo. Pedí a los alumnos que hicieran un eslalon entre los postes separados un máximo de 6 metros o 5,5 metros. El objetivo de este ejercicio era que proyectaran su mirada con antelación y que sus ojos fueran capaces de calcular la trayectoria que debían seguir para situar las ruedas delanteras y traseras del vehículo lo más cerca posible (a menos de 20 centímetros de cada bloque). Al mismo tiempo, a gestionar su ritmo en primera con un buen control del embrague (deslizamiento) y a mejorar muy significativamente sus dimensiones de la mano izquierda y derecha, al tiempo que toman conciencia de sus aprensiones naturales (me da más miedo la clavija de la izquierda porque la veo, o me da más miedo la clavija de la derecha porque no la veo).

Sin embargo, este ejercicio no fue suficiente para resolver los problemas de trayectoria, uso y manejo del volante. En particular, al cambiar de dirección a la izquierda o a la derecha. Observé que la mayoría de ellos tenían pequeños tirones regulares en el volante en la carretera, y que tenían que rectificar su trayectoria en determinados momentos de sus viajes, y esto de forma recurrente.

Un nuevo ejercicio

Me ayudó a encontrar la respuesta a una pregunta que siempre me he hecho. ¿Por qué, en la evaluación inicial, las personas que tienen problemas para entender el volante y mantener el carril son las que tendrán más problemas en su aprendizaje y las que recibirán más horas de clases de conducción?

Porque una parte de su atención se dedica esencialmente a su trayectoria, lo que le impide concentrarse en hacer otra cosa. Como esta trayectoria no está clara, y tienen que seguir rectificando, hay una falta de fluidez en su decisión, porque están preocupados por esta gran dificultad.

Por ello, realicé un nuevo ejercicio para comprobar esta hipótesis. Hice que una persona se situara a lo largo de una carretera en un aparcamiento, con el coche paralelo al borde de este eje, con las ruedas rectas. Luego coloqué a unos 15 metros delante de él, a su izquierda, una sola piedra en una trayectoria imaginaria, como si esta persona tuviera que girar a la izquierda. Entonces le fijé dos objetivos:

  • Gire las ruedas cuando esté parado antes de ponerse en marcha y no cambie esta trayectoria mientras conduce, imaginando la trayectoria que tomaría
  • El borde derecho de su coche debe haber estado a 40 centímetros del poste cuando pasó

El resultado no tardó en llegar. Después de algunos intentos fallidos, que pueden variar de 3 a 8 intentos según la persona, la trayectoria se vuelve fluida. Y cuando volvemos a esta almohadilla en una ruta que nos hace girar constantemente a la izquierda, pude observar rápidamente que había una rectificación de la trayectoria para estos otros cambios de dirección. En particular, la gente tiene más en cuenta el lado derecho de su vehículo. A menudo se quedan atónitos al descubrir hasta qué punto no sabían proyectarse. Se dan cuenta, sin sentirse culpables, de lo esencial que es este aprendizaje para ellos y lo integran con mucho humor y relajación.

Borrar las ideas preconcebidas

Al hacer este ejercicio surgió rápidamente una pregunta. Les pregunté cada vez si creían que era más importante girar el volante al hacer un giro a la izquierda o a la derecha. Casi siempre responden positivamente sobre el giro a la izquierda. Y aunque no sepan responder a esta pregunta, basta con que les haga girar a la derecha a la salida del aparcamiento para que se den cuenta de que no giran el volante lo suficiente en esta operación y se den cuenta por sí mismos de que, efectivamente, están en esa falsa creencia de que tienen que girar más el volante para cambiar de dirección a la izquierda. Una vez que son conscientes de esta creencia, rectifican rápidamente girando el volante con más precisión hacia la derecha.

Para algunos de estos alumnos, que ya tenían un número importante de horas, continuamos la progresión de la lección conduciendo en rotondas, carriles de almacenamiento y carriles de aceleración. Después de un poco de práctica y de discutir sobre la fluidez de la trayectoria y la libertad que da, pude ver que las miradas se volvían más precisas, más abiertas a los demás (reglas de prioridad) y el ritmo se volvía natural y más rítmico. La alternancia entre las miradas dirigidas a imaginar la trayectoria y las miradas a los demás o a los espejos se vuelve más natural, a partir de las miradas a la trayectoria.

En dos horas de clase, la conducción se transforma radicalmente. El hecho de que la trayectoria esté mal gestionada absorbe la atención de los conductores y les impide directamente entrar rápidamente en situaciones en las que va a intervenir. Las trayectorias mal controladas les impiden lanzarse con rapidez y seguridad. A menudo, además, los alumnos expresan su necesidad de concentración directamente vinculada a esta vigilancia constante de su conducción sin saber que está directamente relacionada con la preocupación por el control de la trayectoria. Por mi parte, he decidido exprimir cualquier lección sobre el volante y realizar este ejercicio desde las primeras horas. Porque enseñar el volante y cómo controlarlo refuerza, en mi opinión, este problema de demasiada atención en él y limita a la gente en su progreso. Quizá por ello, las personas que tienen un problema de trayectoria durante la evaluación tienen más dificultades para progresar.

Nuestro trabajo es educar los ojos de la gente. No nos basta con decir a la gente que debe mirar y observar. Tenemos que aprender a educar ojos que tengan contenido, sentido, que sepan buscar información relevante, que sepan calcular, medir, estimar. Así podemos mejorar la dirección y la toma de trayectoria controlada.